domingo, 20 de mayo de 2007

LA SIRENITA DE OTRO CUENTO



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De pequeñas todas las niñas quisieron ser alguna vez Ariel, la sirenita del cuento, pero el cuento de Milagros lleva por nombre “Síndrome de sirena” o “Sirenomelia”. Milagros Cerrón es conocida popularmente como la “niña sirena”, ya que nació con las piernas unidas desde las ingles a los tobillos.

La niña peruana fue intervenida hace dos años para separarle las piernas y, según el médico que la atiende, el doctor Luis Rubio, tendrá que seguir pasando por el quirófano hasta los 15 años para quedar en perfectas condiciones. Ha tardado tres años en poder andar sola, pero su caso es un verdadero milagro. Sólo hay tres milagros más como este en todo el mundo, porque las operaciones quirúrgicas a las que se tienen que someter los niños que padecen esta deformación son de alto riesgo. Los médicos, en el cuento de Milagros, pronosticaron que sólo lograrían desligar sus piernas desde los talones hasta la rodilla, pero finalmente consiguieron que fuera hasta las ingles.

Rubio ha revelado que durante su gestación la pequeña estuvo en contacto con insecticidas, utilizados en la región andina de Huancayo, de donde son originarios sus padres. El doctor ha comentado que "la pobreza y la desnutrición alteran, de generación en generación, los genes", en su intento de dar una respuesta a este mal que afecta a uno de cada 70.000 nacidos con alguna malformación genética.
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Información sobre el "Síndrome de la sirena": http://www.galenored.com/bolivia/reportajes/sirenomelia.htm

jueves, 17 de mayo de 2007

UNA “MOWGLI” DE CARNE Y HUESO

Igual que Mowgli regresó a la aldea de los suyos tras vivir varios años en la selva al ser abandonado cuando era un bebé, Rochom Pngiens también lo hizo después de sobrevivir 19 años entre animales salvajes.

Un campesino encontró el pasado 13 de enero a una joven que se perdió a los ocho años por la selva. Cuando la halló llevaba el cabello largo hasta la cintura, caminaba encorvada a causa de la desnutrición y debilidad muscular extrema que padecía, iba desnuda, estaba sucia, recogía granos de arroz del suelo para comer y, según dicen los vecinos, tenían una mirada retadora como la de un depredador.

La adaptación a su nuevo modo de vida es lenta. Los primeros días se pasaba el tiempo tumbada en el suelo, durmiendo o mirando alrededor. Se comportaba como cualquier animal que vigila y observa a su presa. Además, intentó huir de sus “captores” en varias ocasiones para volver a la selva, ya que para ella fue su auténtico hogar durante 19 años, a pesar de los peligros que entraña vivir en esas condiciones. La comunicación con ella es nula, puesto que no habla ninguna lengua inteligible y sus únicas formas de entendimiento son algunos chillidos y tocarse el estómago cuando tiene hambre.

Rochom necesita socializarse de nuevo y recordar que vivió con seres humanos hasta que tuvo ocho años. Para ello cuenta con la ayuda de un psicólogo español, Héctor Rifá, y también está siendo vigilada por un equipo de médicos en todo momento.

Muchos dudan de la veracidad de esta historia, que parece sacada de “El libro de la selva”, pero Rochom logró sobrevivir a los animales salvajes, a una zona de la jungla donde los alimentos escasean y donde la malaria está muy presente. ¿Estaremos ante una “mowgli” camboyana de carne y hueso y todo seguirá siendo una animación de Walt Disney?

REFLEJADA EN EL TIEMPO

Sois como dos gotas de agua” es una expresión que muchos gemelos tienen que escuchar constantemente, pero en el caso de Emma y Niamh Davis, dos hermanas gemelas de Lingfield, son idénticas pero con dieciséis años de diferencia. Para Emma mirar a su hermana pequeña es como verse a ella misma hace 16 años y es que sus padres, Jane y Alan, decidieron darla una hermana “gemela” tras congelar su embrión durante 16 años.

Jane sufrió diez abortos antes de que naciera Emma. Los médicos le diagnosticaron un bloqueo en las trompas de Falopio, pero su médico les animó a recurrir a la inseminación artificial. Así nació Emma. Tras este primer bebé, Jane se volvió a quedar embarazada de manera natural en tres ocasiones, pero en los tres casos se trató de un embarazo extrauterino en los que perdió a los bebés.

Aún así, la pareja siguió intentándolo y tras un segundo tratamiento de inseminación nació, con doce semanas de antelación, una niña a la que llamaron Siobhan, pero falleció a los seis meses.

Su perseverancia les hizo volver a implantarse dos embriones y uno de ellos consiguió que viniera al mundo Niamh, la hermana “gemela” de Emma. Fueron concebidas a la vez, pero han nacido con 16 años de diferencia. Y es que las innovaciones de la ciencia es lo que tienen, van siempre un paso por delante en el tiempo.

miércoles, 16 de mayo de 2007

APARENTAR SER QUIEN NO ES

La guerra civil afgana sembró en pánico en muchas familias, pero gracias al testimonio de Nadia podremos entender mejor y solidarizarnos con es gente que lo pierde todo tan injustamente.

Nadia sólo tenía ocho años cuando tuvo que vivir en primera persona los horrores de una guerra. Su hermano fue asesinado en plena calle, lo que provocó serios trastornos psicológicos a su padre. Seis meses después, aunque Nadia no perdió la vida, también se la trastocaron, ya que una bomba explotó en su casa causándole graves quemaduras en todo el cuerpo.

Dos años en un hospital sometida a múltiples y dolorosas operaciones la hizo recuperar una vida normal. Tuvo que reanudar su vida con el rostro parcialmente desfigurado y en un país que había cambiado totalmente tras la subida al poder de los talibanes. Este nuevo régimen prohibía a las mujeres estudiar y trabajar, obligándolas, además, a cubrirse con el burka siempre que salieran a la calle.

Ante esta situación, el único hombre que podría sacar adelante a la familia era su padre. Sin embargo, la muerte de su hijo le generó graves trastornos psicológicos que le impedían trabajar. Entonces Nadia, con tan sólo diez años y sabiendo que la habían regalado una vida por delante, tomó la decisión de hacerse pasar por su hermano muerto y poder así buscar trabajo.

Consiguió un trabajo en una granja y después como albañil, pero siempre llevó una vida regida por el temor a ser descubierta. Sabía de las duras represalias que le podría comportar adoptar una identidad falsa, pero siguió ocultando su condición femenina durante once años para poder dar una vida mejor a su familia.

Ahora Nadia desea recuperar su identidad femenina, dejar de aparentar ser quien no es y presentarse ante el mundo siendo quien es en realidad. Una chica con una fuerza, un valor y un corazón enormes que la llevaron a arriesgar durante tantos años su propia vida por salvar la de los demás.

LA CARA Y LA CRUZ DEL AMOR


“Me giré, lo vi y me enamoré de él. En ese momento, mi vida anterior dejó de tener importancia, sólo me interesaba él”. Así explica Corinne Hofman el inicio de su historia de amor. Esta historia, aunque también ha sido ficción y literatura, ante todo es realidad.

Corinne tenía 27 años cuando viajó a Kenia acompañada de su novio. Lo que ninguno de los dos podía intuir era que ese viaje cambiaría todos sus planes de futuro y les abriría las puertas de una nueva vida.

Por el momento ésta puede parecer la típica historia de amor, el mítico “flechazo” que siempre dicen que existe… pero no hubiera llegado a las pantallas si el hombre por el que lo dejó todo no hubiera sido un guerrero masai, Letinga.

Tras ese viaje turístico, Corinne regresó con su novio a Suiza, pero no podía dejar de pensar en Letinga a pesar de hablar tan sólo una vez con él y al cabo de medio año regresó a África a buscarlo sin saber si sería correspondida. La búsqueda no fue fácil ya que para encontrarlo sólo contaba con una fotografía que le había tomado en el viaje anterior, pero mereció la pena, al menos al principio.
Le quería tanto que aceptó vivir en Kenia y casarse con él a pesar de todos los inconvenientes. Intentó adaptarse a sus costumbres y sobrevivir sin las comodidades de la vida occidental, pero la brecha cultural que existía entre Letinga y Corinne, las constantes infecciones de malaria, el alcohol y los celos del guerrero masai, hicieron que su cuento de hadas llegara pronto a su fin.

Con la única fuerza que le daba la hija que tuvieron en común, Napirai, decidió regresar a Suiza y volver a empezar desde cero por segunda vez en su vida. Letinga era tan posesivo que tuvo que mentirle para que le firmara el permiso necesario para salir del país con su hija. Cuando Corinne regresó a la civilización, sintió un enorme complejo de inferioridad, porque durante cuatro años había vivido desconectada de todas las facilidades del mundo occidental. Ya se había acostumbrado a no comer, a hacer sus necesidades en el campo, a bañarse en un río, a no recibir besos ni caricias porque en la cultura masai el sexo sólo servía para tener hijos, a convivir con animales peligrosos, a no mirar a los ojos de ningún hombre… Superó todos estos obstáculos por amor, pero ¿cómo recuperar de nuevos sus costumbres anteriores?

Ya han pasado 18 años desde que Corinne arriesgó y pudo probar la cara y la cruz del amor, pero no se arrepiente de haber seguido los dictados de su corazón.





jueves, 10 de mayo de 2007

FORMAR PARTE DE DOS MUNDOS DIFERENTES

Lo que para muchos sería un peligro, para Sabine Kuegler era su hábitat natural. Y lo que para muchos es “vida”, para ella era un mundo diferente, no era su mundo.

Sabine vivió en la selva virgen de Papúa Occidental entre los 5 y los 17 años de edad. Sus padres eran lingüistas y misioneros y llegaron a Papúa con sus tres hijos con el objetivo de estudiar a los fayu, una tribu con costumbres totalmente diferentes a las nuestras y anclados en la Edad de Piedra. Su intención era estudiarles, pero Sabine cuenta en su libro “La niña de la jungla” cómo también los fayu aprendieron de ellos. Su padre perdonó robos y ofensas mientras estuvieron allí, demostrando a los fayu que se puede dialogar sin utilizar la violencia. También la forma en que trataba a su mujer era inusual para una tribu que discriminaba a la mujer, pero vieron así que existía una forma diferente de tratarlas.

Pronto formaron una familia junto a ellos, convivían, aprendían el idioma, imitaban algunas de sus costumbres, pero sobre todo trataban de no cambiar su vida, sólo formar parte de ella. Así lo explica la propia Sabine: “Ahí comprendes mucho mejor las reglas de la vida, el valor de la amistad, de la lealtad, de mantenerse unidos”. Tuvo que aprender a cazar con flechas, a nadar entre cocodrilos, a tener como mascota a un dingo (ver fotografía) pero por encima de todo a vivir en libertad. Una libertad que mermó cuando su mejor amigo enfermó de tuberculosis y murió. Entonces Sabine, con 17 años, decidió irse de la selva y empezar una nueva vida en un internado en Suiza.

Al llevar tantos años en la jungla no pensó en que el mundo que le esperaba fuera era totalmente diferente. Al llegar al internado seguía haciendo lo mismo que en la selva: iba descalza, saludaba a todos por la calle como si les conociera…. Pero la civilización la dio tanto miedo que no hablaba de su vida en la jungla para que no la marginaran.

Pero igual que se acostumbró a la vida en la selva, terminó aceptando su nueva vida en un mundo diferente: occidente. Ahora es madre de cuatro hijos y espera regresar algún día a ese paraíso que era una aventura continua cada día.
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martes, 8 de mayo de 2007

CON LOS OJOS A LA MISMA ALTURA

Aunque pensemos que los deportistas viven todo el día pegados a un balón, sabemos que podrían vivir sin él. Pero este no es el caso de Qian Hongyan. Para esta niña china de once años un balón de baloncesto era su medio de vida. Todo comenzó en el año 2000 cuando Qian sufrió un grave accidente de tráfico que le sesgó las piernas a la altura del tronco. Qian sólo tenía cinco años cuando esta tragedia sucedió, pero la ha condenado a una inmovilidad de por vida.


Para algunas familias la solución inmediata hubiese sido poner unas prótesis a la niña, pero hay gente que no se lo puede permitir. Los padres de Qian eran tan pobres que no podían comprar una prótesis para que su hija volviera a caminar. Muchas veces lo más importante es tener una buena mente que encuentre buenas soluciones. Y no hace falta ser un Einstein para lograrlo, cualquier invento, aunque parezca absurdo, puede ser efectivo. Este es el caso de la familia Hongyan. Después de meses pensando cómo ayudar a la niña, su padre ideó un sistema casero que permitiera a la pequeña recuperar parte de su autonomía perdida. Le colocó bajo el tronco una pelota de baloncesto a medio inflar, gracias a la cual podía mantener el equilibrio, y le dio dos cepillos de lavar la ropa que simulaban ser unas muletas. En los cinco años que estuvo sin piernas, Qian usó seis balones que le permitieron desplazarse de casa a la escuela sin la ayuda de nadie.


Pronto la historia de esta niña china recorrió el país, logrando así que en un hospital al sur de Pekín, el China Rehabilitation Centre, le regalaran sus primeras piernas artificiales. Gracias a sus nuevas piernas, algo tan simple como que los ojos de sus compañeros volvieran a estar a la misma altura que los suyos, cambió su vida.



Ahora, Qian estrena sus segundas piernas metálicas y ya no sólo mira cara a cara, sino que sonríe de frente.